En plena pandemia de la COVID-19, ante la insólita oportunidad de una forzada experimentación masiva a escala mundial de la enseñanza virtual, on line o a distancia, el autor riza el mito de Orfeo. ¿Cómo? Convirtiendo al tracio en sigla de ordenación racional y flexible de una educación obsoleta. Invitando a Eurídice, acrónimo de estudiante universitari@ rehén inerme de una docencia insostenible carcomida por la endogamia a reflexionar sobre el presente y el futuro de la universidad, el papel decisivo de los estudiantes, la urgencia de potenciar exponencialmente el empoderamiento ciudadano y de hacerlo en el ámbito de una democracia, aún inexplorada, que deje para siempre de pivotar sobre el actual juego trucado de los obsoletos partidos políticos. Y lo hace para llamar la atención sobre un creciente sinsentido en pleno apogeo de la sociedad del conocimiento: el tozudo e interesado empeño de las universidades convencionales en que su alumnado malgaste el tiempo imponiéndoles la asistencia a interminables horas de clases presenciales. Práctica, en muchísimas ocasiones infructuosas y siempre, salvo en los supuestos de prácticas inevitables, despilfarradoras de tiempo de enseñanza-aprendizaje y de recursos, humanos, materiales y medioambientales.¿COVID-19 versus universidad? Claro. La primera ante la generalizada alerta que ha hecho saltar sobre la potencial perversa tentación de control o de vigilancia totalitaria sobre los individuos que brindan al poder las nuevas tecnologías; la segunda, por constituir la base esencial del el empoderamiento ciudadano, único antídoto conocido. Un proceso personal que parte de la toma de conciencia de la realidad, arranca con la motivación para mejorar la sociedad, se nutre de información veraz, crece con la capacitación crítica y se manifiesta en el ejercicio responsable, individual y/o colectivo, de la ciudadanía. De ahí la irrenunciable apuesta por forzar urgentemente un inédito escenario de coordinación interuniversitaria que provea, en un contexto de creciente demanda mundial, una oferta de enseñanza de máxima calidad, mínimo coste, alta flexibilidad y fácil acceso, que libere ingentes cantidades de recursos necesitados por la investigación y la innovación. Algo que sólo puede ser el resultado de asestar un corte de cizalla a la cadena monopolística que sustenta todo sistema universitario conocido: el privilegio ancestral que constituye el derecho exclusivo de cada universidad a enseñar, evaluar y acreditar para el ejercicio profesional.Y es que la reglamentación jurídica de la enseñanza superior debe estructurarse en torno a un nuevo eje vertebrador presidido por el principio docente de plena competencia interuniversitaria (PDPCI). Apuesta ésta que, por prometedora que sea, es a todas luces inviable sin la socialización generalizada en términos de sociedad internacional o global —el tránsito individual y colectivo de la ciudadanía a la ecociudadanía—. Una tarea colectiva de tal envergadura que resultará inabarcable para la sociedad sin el diseño y la puesta a punto de útiles políticos de nueva generación capaces de substituir una democracia disfuncional, que siempre ha girado gira en torno al juego trucado de los partidos políticos, por una democracia ecociudadana que debe ser directa y, sólo excepcionalmente, democracia representativa. Esta edición en papel incluye un código QR desde el que descargar libremente la edición digital en formato pdf.