El tema del alcoholismo y sus desastrosos efectos sobre las personas y la sociedad se ha tratado en la literatura y el cine, por lo general, desde el punto de vista de los familiares del alcohólico o de sus consecuencias sociales. En Brindis por Virgilio, el punto de vista asumido es el del propio enfermo. Por medio del personaje conductor, una mujer llevada a la bebida por el hombre de quien se enamora, el autor se introduce en el mundo interior del alcohólico, de sus miedos, complejos y debilidades, y a partir de ahí teje una historia plena de ternura y humanidad que nos lleva a meditar sobre este complejo problema personal, familiar y social que es el alcoholismo. A lo largo del texto se hurga en motivaciones, causas y efectos, pero se eluden por igual la actitud compasiva, la complaciente y la condenatoria, y se muestra al alcohólico como lo que realmente es, un enfermo necesitado de ayuda. Un enfermo que sufre, que es tierno unas veces y otras tiránico, y que con frecuencia se engaña a sí mismo y no reconoce su condición. El autor se ha basado en los testimonios expuestos por personas que acuden, en busca de ayuda, a las sesiones de Alcohólicos Anónimos, parte de cuyos testimonios se recogen, recreados, en la novela, y contribuyen a crear el ambiente narrativo. Brindis por Virgilio es una novela relativamente corta, pero de una gran intensidad dramática, como lo exige el tema tratado. Sin embargo, el autor no elude introducir en su obra las pequeñas pinceladas de humor y erotismo que es posible encontrar en cualquier situación de la vida cotidiana, apoyado en una prosa a la par moderna y depurada, y en un narrador participativo, que opina y dialoga con el lector. En resumen, una obra que reúne dos condiciones imprescindibles: Entretener y hacer pensar.