«Me llamo Catherine S. Maynes y soy detective privada. En realidad no debería decir ‘soy’, sino ‘trabajo como’. Una solo debería ser aquello para lo que nació. Y yo no nací para esto». Así empieza el relato "Un perro llamado Úrsula", una historia corta de la detective Cate Maynes en la que se narra el primer caso (el primero de verdad) de su carrera como investigadora: un 'canicidio'. Al poco de instalarse en Océano y de abrir Investigaciones Maynes, Cate recibe la visita de un primer cliente de apenas doce años, que se presenta en su despacho con una inusual petición: quiere que averigüe quién ha matado a su mascota. Esa mañana de lunes, Cate está muy lejos de imaginar que tras ese, en apariencia, anodino encargo, se esconde un asunto de mayor calado que va a derivar en unas consecuencias totalmente imprevisibles y, sobre todo, peligrosas. «Total, que allí estábamos: el niño feo, la detective cliché, la foto del ambiguo y difunto chucho y mi primera, fundacional y apasionante consulta. ¿Se puede empezar mejor una nueva vida?».