En la página 66 del libro, y bajo el título “La absoluta necesidad de la libertad”, se despliega un diagrama de flujo que no pretende implementar hipótesis o deseo, a pesar de iniciar su desarrollo con un condicional, sino (o eso me parece a mí) la verificación de lo poético como procedimiento en las situaciones que la tradición supone no poéticas, una tradición, todo hay que decirlo, inamovible desde que a la poesía se le reservó la sentimentalidad y la hiperestesia. Aunque Manuel Gerardi no pone en tela de juicio qué es un poema (al contrario, la seguridad con la que decide la puesta en acción de sus materiales asusta), parece claro que quiere que discutamos acerca del lugar del poema en la transformación: del exilio a la nueva revolución tecnológica (y van…), de la posibilidad de una no-identidad al compromiso con la alienación, de la pertinencia de los saberes poseídos a la liquidez de los hechos, de la liquidez en el banco a la impostura de la inversión… ya no basta con reconsiderar el signo ni con perseguir su disfuncionalidad. No hay contemporaneidad en el poema si no tiene en cuenta la información, su transmisibilidad y su capacidad de generar sucesos; también su pérdida en la máquina o la responsabilidad del vacío. La verdadera duda acerca de las palabras, parece decirnos Gerardi, se ubica en lo que está fuera de ellas: objetos, mecanismos, documentos, cuerpos conocidos y cuerpos extraños; la ciudad como resolución y la ciudad como negación; la casa como artificio y la casa como ágora. La ceremonia es otra. No es cuestión de vestimentas, sino de desnudez y desequilibrio. Transhumano es consciencia de la red que, ahora empezamos a saberlo, estuvo siempre rota. © A.M.R.