La incontenible necesidad de transmitir Algunos pocos años de estudios magisteriales, fueron suficientes al menos para dejarme a flor de piel esa necesidad de enseñar que llevo tan adentro de mi alma. Y lo hago cada vez que puedo con algunos amigos de mis hijos, con algunos compañeros de club, con algunos amigos de la vida. El maestro es algo que se te mete como sin darte cuenta y si la vida te permitió que le sumes treinta años de docencia se te vuelve intolerablemente insoportable la fuerza con que te empuja a querer dejar siempre una semillita lista para que germine. Y no es por vanidad ni mucho menos. Simplemente es como una gran necesidad interior imparable, indominable que te lleva con la fuerza de un tsunami. Uno no se da cuenta hasta que lo hace, bien o mal pero lo hace siempre con la buena intención de aportar, de sumar. Y precisamente eso es lo que me ha llevado a escribir. Dejar en cada recopilación, algún conocimiento. O al menos intentarlo. En “El caminante” intenté transmitir el valor de la amistad, el sentimiento profundo que esto provoca en el ser humano y cómo se proyecta en el tiempo. El valor del deporte visto a través de un Club de mi pequeña ciudad que supo unir los conceptos más sobresalientes de cada uno de los estereotipos que lo conformaban. La radio como uno de los más importantes medios de comunicación que aún hoy continúa siendo protagonista indiscutida en información y divertimentos. Provocar el conocimiento de escritores latinoamericanos a través de anécdotas o citas y en varios casos una pequeña biografía de ellos. Otros escritores que marcaron fuertemente a la literatura mundial. Libros que dejaron huellas profundas demandantes de extensas lágrimas. Otros que me hablaron de inquisiciones, dictadores, mundos imaginarios demasiado cercanos a los de una triste y dolorosa realidad. Personajes de relevancia internacional en lo religioso, político, artístico y defensores de los derechos humanos en el más puro de los conceptos. Cantantes que marcaron una época de oro en la música mundial. Dictaduras que prostituyeron aún más a una Latinoamérica sangrante. Un pequeño pero merecido reconocimiento a mi ciudad. Resumiendo, un puzzle de pequeñas cosas hechas con la intención de llegar a cada lector a despertarle la inquietud del conocimiento y la lectura, algo que lamentablemente se pierde y a pasos agigantados. En “Vulgaridades”, intenté plantar la semillita de la inquietud y los conocimientos a través de cuentos. Algunos de ellos que pueden resultar extremadamente vulgares pero que en el fondo de su sencillez encierran el sentimiento perdido de un inocente amor. Que intentan demostrar en su simpleza, que el amor y el romanticismo no han muerto y que para nada son incompatibles. Otro que al perder la musa inspiradora de la escritura me pasea por grandes escritores no mencionados, pero insinuados, lo que produce al lector un esfuerzo por conocer quien es quien. Una “Memoria” tramposa que nos lleva a recorrer dolorosos golpes de la humanidad o un “Desaparecidos” que desgarra en su realidad insinuante de un imposible camino a resolver. Cada cuento ha sido pensado para dejar un mensaje, un recuerdo o una pizca de conocimiento. En “Tolerancia Cero” mi tercera recopilación de sensaciones, he intentado también acercarme con el mensaje de una u otra realidad que nos ha regalado la historia. Algunos más creíbles que otros, pero que han sucedido o al menos han dado motivo suficiente para quienes gustamos que las anécdotas se acerquen a nosotros. No hay soberbia alguna en este mensaje ni nada que se le parezca. Muy por el contrario hay mucha necesidad de transmitir e intentar que se tome conciencia de volver al libro de papel, a sentir el olor de la impresión, tocando como al pasar, hoja tras hoja, un poquito el corazón de quien ha querido acercarse en ese ir y venir de letras. Acomodarlos una y otra vez en la biblioteca y sentir el orgullo de la posesión en esa gran telaraña de sueños y realidades que construye la palabra escrita. He tomado atrevidamente información que proviene de libros, revistas, diarios y muchas de internet, buscando resumir acontecimientos que me han parecido por lo menos inquietantes. El peligro de tomar prestado estas informaciones es caer muchas veces en la copia impensada de algunos pasajes textuales. En los relatos que me he visto envuelto en ese estado hipnótico, no ha sido para usurpar la información sino precisamente todo lo contrario. Muchas veces, y a pesar de encontrar la información fácilmente a nuestro alcance a través de esta era cibernética que nos ha tocado vivir, no la buscamos por desconocimiento o no sentimos la necesidad de hacerlo o no consideramos sea interesante. El mérito y la autoría en esos precisos casos es totalmente de quienes se han tomado ese inmenso y glorioso trabajo. Yo sólo he tratado de recopilarlos y ofrecérselos de otra manera, en el papel escrito. Buscando revalorizar al libro. Ya lo he aclarado debidamente en mis anteriores escrituras y lo vuelvo a hacer aquí: no soy un escritor, ni un escribidor, sólo un “recopilador de sensaciones”, que intenta provocar la lectura, volviendo a las viejas hojas cálidas del papel. De hecho, si se encuentran con este tipo de escritos, a los que he llegado luego de leerlos una y otra vez, es porque he sentido la necesidad de recopilarlos en un sano intento de transmitir un mensaje breve que despierte aún más la necesidad de la búsqueda y la lectura. Por eso esta recopilación en forma de libro no lleva derecho de autor ni nada que se le parezca. Los hechos y la historia ya han sido escritos por profesionales sabios, sólo me he atrevido a buscarlos y brindárselos en otro formato. No hay engaño, ni trampa, ni indebida adjudicación. Feliz aquel que sienta la necesidad de leer, revisar, criticar e ir en la búsqueda de la verdad, doble será su recompensa: placer y conocimiento. Que ambas los envuelvan en un eterno y gran abrazo de este “recopilador de sensaciones”. Tabaré Oddone “Recopilador de sensaciones” - 2014