Todos los espejos, rotos
- Autor: Antonio Tejedor García
- Género: Literatura y Novela
- ISBN: 978-84-8465-532-9
- Nº Páginas: 329
- Encuadernación: Tapa blanda
- Año: 2017
Un joven periodista es único testigo del secuestro de un empresario en una calle de Zaragoza. Este suceso le permite firmar la noticia en exclusiva en la portada de su periódico y tomar conciencia de que puede servirle como trampolín para ascender en el puesto de trabajo, hasta ese momento en precario. Esta condición de testigo único y la buena relación con el inspector Castrillo, al que conoce por su actividad como intérprete para detenidos de lengua árabe en la comisaría, le lleva a participar en las primeras investigaciones y entrevistas con Daniel, el hijo del secuestrado, con su madre y los guardias de seguridad. Tras la firma de nuevas portadas, el director del Zgz Noticias, periódico donde trabaja, le encomienda el seguimiento del proceso. Dado el escaso interés que muestra el comisario de policía encargado de investigar el secuestro, el periodista ha de indagar por su cuenta. La notoriedad que en poco tiempo adquiere con sus escritos en el periódico se extiende a la televisión, donde participa en programas relacionados con el tema. Su vida ha cambiado en un corto espacio de tiempo y lo hará en mayor medida cuando a raíz de esta notoriedad el secuestrador entre en contacto con él y bajo amenazas, lo obligue a realizar labores de intermediación con la mujer del empresario secuestrado. El periodista escribe todo lo que sucede en una serie de anotaciones a la vez que va refiriendo lo que es y ha sido su vida, sus trabajos parciales o su actividad esporádica como gigoló. También, la vida y problemas de la familia, sus amores, los amigos –algunos envueltos en el drama del paro- y la sociedad en que se ven inmersos por las dificultades surgidas durante los últimos años. Estos comentarios, se amplían con las impresiones personales que le produce el descubrimiento del intramundo de los negocios, de la política y de los medios de comunicación al darse cuenta que el interés, en ocasiones personal y en ocasiones económico, está detrás de lo políticamente correcto y el comportamiento irregular de unos y otros es la norma y no la excepción. Una de las amigas, Regina, aficionada a la literatura y de la que está enamorado, le pone en contacto con Maica, la antigua secretaria del secuestrado. Un hecho que le permitirá descubrir la vida oculta del empresario y su trabajo de intermediario financiero para la evasión de divisas a diferentes paraísos fiscales. Piensa que este puede ser el móvil del secuestro y se entrevista con empresarios de Madrid y Valencia presuntamente estafados por el empresario secuestrado. No saca nada en claro, pero cree que esta es la línea de investigación correcta. Para seguir en ella precisa una colaboración más estrecha por parte de la policía. Tras vigilar y seguir a la mujer del secuestrado comprueba el pago del rescate. Él solo no puede hacer nada y se siente superado ante este hecho. Su situación, sin embargo, da un giro inesperado cuando él mismo es secuestrado. Por insólito que le parezca, este secuestro representa un premio por haber realizado eficazmente su trabajo de enlace, lo que le permite fotografiar en exclusiva al empresario muerto, no su liberación. Un suceso que si bien le catapulta como periodista al publicar las fotos, recibir ofertas de trabajo mejor remuneradas y la escritura de un libro sobre el tema, le descoloca ante el desenlace inesperado del secuestro. Las sospechas de un ajuste de cuentas por algún tema económico comienzan a desvanecerse. La vida personal continúa mezclándose con la investigación, descubre las malas relaciones que empresario mantenía con Lena, la esposa, y con Daniel, su ambicioso hijo y, también, la existencia de una amante con la que tiene una hija. En medio de todo esto recibe una brutal paliza de la que desconoce razón o motivo. A partir de entonces la relación con el inspector Castrillo se estrecha. La obligada tarea de correo le llevará al desenlace. Un nombre que el secuestrador le dice antes de morir a manos de la policía le permitirá a él y al inspector Castrillo llegar al fondo del asunto y descubrir que la mujer del secuestrado y el comisario, su amante, han urdido el complot como medio de salvar a Daniel, el hijo. Si, con anterioridad, la prevaricación de un juez parecía haberle dejado sin referentes éticos, este descubrimiento acaba por romper todos los espejos, no queda lugar donde mirarse. En este contexto, ni él ni el inspector tienen el valor necesario para dar un paso al frente y actuar como la sociedad esperaría de ellos. Se escudan en la falta de compromiso de jueces, políticos y jerarquías para hacer lo mismo y acabar callados como lo está el periódico cuando le interesa a su dueño o como lo ha estado el comisario cuando le ha convenido. No hay salida, la antigua secretaria también declina aportar más pruebas y solo queda aceptar que las cosas son como son, que nada más puede hacer y que más le vale aprovechar la situación para trepar en el trabajo y dejar expedito el futuro aunque tenga que pagar un alto precio por la decisión. Únicamente su amiga Regina se rebela ante este hecho y deja un destello de esperanza en el final bajo la forma de un relato escrito por ella.