Vivimos épocas convulsas de sinrazón y desafecto. Tuvo que ser una pandemia que nos privó de libertad y de compañía la que destapara sin querer la hipocresía perenne de las manos que se tienden flojas y de los afectos sentidos que no se dan, ni siquiera en momentos de desazón y de congoja. Caminamos aparentemente en sociedad por la acera de la vida, pero las calles bulliciosas y abarrotadas de vestigios y de prisas, si acaso son el tránsito de un silencio que porfía, entre arengas que se hacen pan y pláticas que se hacen migas. Mientras tengan más valor un “me gusta” que un abrazo y “educandos” que “docentes”: ¿Qué será de los libros, sin poetas, ni leyentes? Conmociones y epicentros: ¿Por qué nos sobran las palabras y nos faltan, los adentros…?