Podemos leer en la sección “acompasada” esos ritmos y cadencias propias de la poesía española más clásica (“Versos. Versos de prestado”); para embarcarse luego en el descubrimiento del verso libre para liberar de ataduras las emociones de sus poemas “descompasados” (“Me he preguntado constantemente / si mi poesía está anticuada, / si la rima ya ni gusta ni se valora, / si hay que cuidar la forma o hay que liberar la pluma”); hasta la experimentación que hace de la palabra un objeto desmontable y disponible para manipular y resignificar de su sección “alocada” (que por momentos, me recuerda al mejor Girondo). Podemos leer, quizás, en la historia de las búsquedas poéticas de este autor, la historia de la poesía misma. Acompasados o descompasados, los versos de Montilla tienen un denominador común: jugar con la palabra, poner el sonido en el centro de su aventura literaria, hacerlo espina dorsal de todo el libro.