Tardes ante Ángela es una novela de reflexión y meditación, continuación de Días de Ángela (2015), donde se relatan los diálogos y vivencias de un viejo profesor con su ángel femenino, una niña de quince años, la cual se nos muestra, en apariencia como discípula, pero que en realidad actúa como maestra y guía del profesor. En esta segunda parte se incorpora un tercer personaje, el diablo, como antagonista de la pareja, quien trata de entorpecer la relación de los amantes, siempre pletórica de sensualidad, respeto mutuo y sentido del humor. La obra bebe directamente de las fuentes y de la tradición oriental (Jalil Gibran, Lanza del Vasto, por ejemplo) en la exposición mediante parábolas de las ideas fundamentales del espíritu humano: la trascendencia del alma, el diálogo con las personas, la utilidad en la vida individual y de la obra personal. Hay en la “novela”, dividida en muy breves capítulos que invitan continuamente a la reflexión y a la meditación, continuas alusiones a los místicos sufíes del Islam (Rumí) y a los místicos cristianos renanos y sajones (Maestro Eckhart; Anónimo Inglés, Lanspergio…) o españoles (Miguel de Molinos; Teresa de Jesús). Estas referencias no anulan, sino que las complementan, las citas continuas de letras de canciones de grupos de rock y de escenas y frases de películas del género de ciencia ficción. No se trata de una extraña y absurda mezcolanza, sino de una sintonía y confluencia de sensibilidades y de inquietudes contemplativas, que son comunes tanto a los hombres y mujeres que habitan en la soledad de los desiertos como a los que viven en el bullicio de las ciudades, porque el ascetismo y la espiritualidad no dependen del espacio, sino de la mente. Por ello, los diferentes capítulos desarrollan sus escenas en instantáneas de la vida cotidiana: en la casa, en el trabajo, en la calle, entre los amigos, en la montaña, en el mar… La obra está ilustrada por el pintor burgalés Goyo Domínguez, capaz de mostrar en sus rostros femeninos la areté griega, y donde se aúnan en armonía la Belleza, la Bondad y la Sabiduría. Y también por obras del pintor murciano Vicente Espinosa, capaz de representar con su tendencia del Emocionismo, lo que es la concordia en torno a una taza de té o la paz que inspira un atardecer.