Entre la vida y la muerte, él goza del mundo onírico propio de la antesala del Hades de vívidos sueños en los que se mueven distintos seres que le invitan a participar en ellos; y así va tomando distintas consciencias de ente gaseoso, líquido, gelatinoso o consistente. Múltiples identidades físicas con las que él se va identificando en el largo camino en busca de su propio ser como ente físico, individual y racional. Cuando lo consigue, sale del largo coma en el que se encuentra pero no tarda en darse cuenta de que hay fisuras entre las que se introducen algunos recuerdos de su universo de sueños y que los dos mundos, el onírico y el real, están interconectados.