Carlos Pineda ha escrito un libro acerca de la imposibilidad, el silencio, la nada. Una paradójica obra poética acerca de la inexistencia del poder de la poesía para prevalecer, perdurar, comunicar… decir. En todo caso, acerca de la incapacidad de lograr ese poder. Al menos, quede claro, no se obtendrá a través de la palabra ni del sonido ni de la música ni del ruido. Los poemas en prosa incluidos en este libro —cada cual en sitio y turno precisos, intransferibles, rigurosos— declaran reiteradamente, y no sabemos si con desvergüenza, con cinismo o sólo con franqueza, que si en cada uno de ellos se finge saber y tener intención es tan sólo para ocultar que no se sabe ni se intenta nada. O quizá sí: se intenta callar, enmudecer, abolir el significado, negar el contenido, desbarrancar el sentido, eslabonar piezas —las palabras— de un juego ajeno, prestado, que en cualquier momento podrían cobrar conciencia de sí mismas y negarse a seguir participando en él. O moverse por cuenta propia.