Me resisto a escribir sobre temas abruptos que por lo general reciben miles de “me gusta” y que, por ello, parecen tener un halo de efusividad y aceptación colectiva. Desde que tengo uso de razón, intento escribir poesía, amparando una vocación de plumilla que todavía sigue en ciernes, en aquel diccionario manido y amarillento con el que me acostaba de chaval y que amanecía en la mesilla con el señalador de páginas haciendo camino. Como todos y todas, “sencillamente, la vida…”, me ha permitido preferir puertas que he abierto con agrado y esperanza y asumir otras que, he cruzado sin haberlo esperado ni querido. Entre paisajes de juventud, amagos de vate bisoño, una mujer que me dijo “sí” y una prole que me enseñó que “uno y una”, no son dos, si no tres o hasta cuatro…, entre sonrisas y llantos, retos y avenencias, olvidos perecederos y recuerdos sempiternos, “sencillamente, la vida…”, nos lleva y nos trae, como el vaivén de las olas que nacen en el sol y se mueren en las playas. Seguramente tú, leyente de estos versos, hubieras imaginado palabras como las mías, porque sencillamente, tu vida y mi vida… son ese tránsito rutinario o insólito, entre puertas que se abren y se cierran sin solución de continuidad. Sencillamente, la vida… “son las puertas que elegimos abrir o las que se cruzan sin haberlo querido”. Sencillamente, mis versos…son pasajes de esa vida que nos toca vivir y que vamos conformando por el mismo derrotero. Sencillamente, la vida… como la tuya y la mía, compañera, compañero…