Don Pedro es informado que morirá en pocos meses. Presionado por la cruda realidad, comprende que su única hija, criada en un ambiente aristocrático de lujos superfluos, heredará un importante patrimonio compuesto principalmente por una gran estancia en el Chaco que ella no sabe cómo administrar. La única solución que encuentra es exigirle que se instale por, al menos, tres meses en Infiernillo. Si se niega a hacerlo, entonces le dejará su fortuna a una institución benéfica. Malén furiosa, y porque no tiene opción, le obedece; viéndose obligada a vivir esos noventa días al lado de un enigmático nativo. Un sorpresivo fenómeno climatológico la aísla del mundo, enfrentándola con las terribles enfermedades, el hambre y las extremas carencias que padecen los wichís; aun así, azorada comprueba que son capaces de disfrutar de sus sencillas alegrías cotidianas. Pasados los tres meses, y ya de regreso en su lujosa mansión, Malén se da cuenta que ha perdido a sus mejores amigos, y al hombre del cual se enamoró… pero ya es demasiado tarde.