Como periodista tener la oportunidad de realizar un reportaje sobre las cárceles en México, sufriendo las mismas condiciones de un preso común, me hubiera parecido una de las mejores historias que se pudieran contar, pero no habría tenido el valor para ello. Entonces me ocurrió lo más común que ocurre en México, ser encerrado con una falsa acusación, antes de investigar si era cierta. Los presos nuevos no tienen acceso a una biblioteca, pero algunos se las ingenian para introducir libros al reclusorio. Alguien me prestó El Hombre en Busca de Sentido. La prisión, sobre todo cuando no tiene razón de ser, como le ocurre quizás al 70 por ciento de los presos que o son inocentes, o no representan un peligro real para la sociedad, es una tortura. Es natural querer olvidarlo todo. Pero algún sentido debería darle a la experiencia, era mi deber como periodista. Así nace Reportero Encubierto, como un manual para enfrentar lo inesperado en las prisiones mexicanas que son una moderna versión de la Encomienda de la Conquista, en la que los presos y sus familiares deben trabajar para producir millones de pesos con un destino final incierto. Reportero Encubierto pretende ser también un cascanueces, una forma de romper la dura cáscara en que se encierran los funcionarios encargados de la aplicación de la justicia, que no quieren ver la realidad. Es también una forma de reclamar al periodismo mexicano, que se limita a reproducir los boletines y las versiones oficiales, pero que casi nunca investiga ni recoge las palabras de los inculpados. La obra cumbre de la literatura en Español, es el Quijote, de Miguel de Cervantes Saavedra, pero también la Procuraduría General de la República hace literatura, su obra máxima se llama Basurero de Cocula, mientras que la procuraduría capitalina la intituló Caso Narvarte.