Desde un parte médico hasta una cancioncilla infantil, pasando por un calendario de celebraciones, un contrato vital, un pregón, un crucigrama, un ejercicio de unir mediante flechas, trucos de márquetin, una consulta al tarot, un escandallo de impuestos o un menú variado. El negro esperanza se construye de fórmulas conocidas y se presenta como un completo panorama ante el que se necesitan unos recursos que no se detentan, no se conocen o no son susceptibles de ser reclamados. Se pone en entredicho todo lo que nos han contado, se hurga en nuestras miserias y se muestran las vísceras aún palpitantes de los pilares que cimientan el sistema del que formamos parte: el orden del mundo y la estructura social enseñan el refajo, la pretendida plasticidad del pensamiento no pasa el corte y la función de relación está al servicio del eterno tropezón. Para más inri, la autora muestra su radiografía, con tal de dejar constancia de sus anomalías, y busca inspiración en quienes reaccionan ante las plagas con entereza.