Como bien dice el dicho popular, “no hay dos sin tres”. Este libro puede reflejarlo a la perfección, ya que, de una manera sorprendente, “Primavera de ojos verdes” pone fin al periplo iniciado en “Te debo una melodía” y esa mezcla de continuación inacabada que fue “Vómitos mentales”. La desenvolvente cotidianidad de esta historia deja un buen sabor de boca en cada giro, cada vez más sorprendente, alcanzando el zenit de manera magistral. Poco se puede decir de esta extraña trilogía si no se conoce de cerca al autor. Su talento, su inspiración, su paranoia y su incansable deseo de mostrar al mundo su realidad. Esa realidad subjetiva, que se esconde en cada pliegue que dibujan los cubitos de hielo en el vaso de whisky. Mostrar el dolor, la rabia o la desesperación no tiene que ser un drama, así lo muestra el autor; sino una oportunidad de escapar de uno mismo. O de refugiarse a la sombra de un folio en blanco teniendo un bolígrafo Jack Blues 10 como única compañía.