El ojo: esfera nervada, palpitante y enferma. El ojo, redondo como el mundo. El mundo, pequeño e insignificante como un ojo. El ojo, tus ojos, los que leen ahora. Jorge Ortiz Robla: el poeta, el que ve, el que mira, el que enfoca desde lo múltiple, el que guarda los carretes, luego en su sótano los revela entre cenizas, el que hace poemas como fotografías de la existencia, el que ama con amor ciego, el que no gira la mirada al desamor, el que ilumina al lector con cada metáfora, el que visiona un mundo propio y lo extiende ante nuestros ojos como un celuloide gastado, el que se siente ciego, el que no querría ver, el que todo lo ve. Presbicia, el libro, un magnífico libro, un libro que retrata de forma nueva, gracias a una poética muy trabajada, lo evidente: la sociedad y el desencanto, la vida y su desgaste, el tiempo y su ceguera. Una voz poética la de Jorge que te captura desde la primera página, una voz que no teme decir, que nos pronuncia desde el cualquiera, que se desnuda ante ti y te muestra lo que no puedes ver: al poeta que, en realidad, está hecho de aliento inequívocamente humano. Una voz serena que escuchar mientras se viene la ceguera y sumer-gidos en la oscuridad caminamos a tientas a través de una sociedad decadente. David Trashumante