Versos de exquisita sensibilidad, impregnados de naturaleza, una naturaleza dibujada con fervor y tenue delicadeza. Versos profundos con olor a tierra, donde el espíritu del poeta construye su propio equilibrio emocional; sugestivos, exquisitos versos que nos transportan a un estado de luz, a un despertar en las letras que se recrean en la bonanza de unos frutos y conectan con el alma del lector aliviada por las caricias de transmundanas manos. Versos que se nos aparecen como un bello sueño, como ferviente inspiración que nos permite escapar de nosotros mismos y nos acerca al fértil río de la vida. Versos nacidos de una voz superior a nosotros mismos, pero que está dentro de nosotros, y que nos permite, cogidos de su mano, acercarnos a una brillante y sorpresiva luz. A veces llenos de paz, de una gran serenidad, con un lenguaje pulcro y refinado que huele a bosques, a sublimado amor y a cristalina ternura. Sutiles, se abren, cual sensuales orquídeas, acercándonos a distantes estrellas. En ellos, el espíritu del poeta se acerca a su propio crepúsculo en un viaje de mágicos colores, de fantasmales sonidos que invitan a caminar a nuestra alma que se pierde en torrentes de extraordinaria belleza.