Este no es un ensayo sobre política. Estas historias son personales; son la carne y hueso que formaron al joven militante que alguna vez fui. Son el resultado de notas guardadas en las esquinas más inalcanzables de la memoria, difíciles de desenterrarlas. Algunas de ellas son tragicómicas; corresponden a la típica mentalidad chilena de enfrentar problemas arrancando de cualquier situación una mofa, una risa, sin importar cuán grave o trágica sea. Estas son algunas de mis propias historias, y las que he recopilado en mi círculo de amigos, ex-prisioneros políticos, durante largas noches de vino y conversaciones sobre el exilio. Todos estos cuentos tienen una pesada dosis de realidad; hechos reales por los que pasé desde que estuve detenido a los dieciocho, diecinueve años de edad. “Es simple, si no recordamos, simplemente olvidamos. Nosotros ficcionalizamos nuestros recuerdos más preciados porque al final el dolor o la felicidad siempre encuentran su camino para adueñarse de nuestra narración. Pero lo único real que puedo decir hoy con certeza, es que tuve suerte: sobreviví la pesadilla… muchos otros no.”