ORA MARÍTIMA de Rufus Festus Avienus
- Autor: Antonio García Vargas Traducción-Transcripción
- Género: Viajes - Geografía
- ISBN: 978-84-17238-37-7
- Nº Páginas: 100
- Encuadernación: Tapa blanda
- Año: 2017
Rufus Festus Avienus, Siglo IV Antonio García Vargas, 2017 Ora marítima (Las costas marítimas), resulta un texto fundamental, pese a estar incompleto, sobre la geografía descriptiva de la Hispania prerromana. Fue escrita en verso en el siglo IV por el poeta latino Rufo Festo Avieno basándose en textos muy antiguos, posiblemente del siglo VI a. C. Obra de gran relevancia, permite conocer la más antigua información de la península ibérica de milenios atrás, de la que se carecía de noticias hasta entonces, obtenida, dicen, de viajes marinos del 530 a. C. Nos dice Avieno, al comienzo, que utilizó textos de Fileo de Atenas, Hecateo de Mileto, Escílax de Carianda, Helánico de Lesbos, Pausímaco de Samos, Damastes de Sigeo, Bacoris de Rodas, Cleón de Sicilia, Euctemón de Atenas, Heródoto de Turios y Tucídides de Atenas. Esto nos lleva a pensar que en su origen ésta debió ser una magna obra muy superior en contenidos a la que conocemos y que hoy mostramos aquí en versos castellanos, pero mutilada no sabemos hasta qué extremo. Pese a ello, la obra permitió conocer por vez primera tal cantidad de datos sobre Iberia, al mostrar tantos datos sobre pueblos, costas y accidentes geográficos, ciudades, divinidades, costumbres, luchas y miles de detalles sobre aspectos guerreros y culturales. Curiosamente, no sólo se centra en la Hispania prerromana sino que, además, ofrece un valioso recorrido por las costas europeas, pasando de la Britannia hasta el Ponto Euximo pese a que nos han llegado sólo fragmentos de esta gran obra. Este libro ha sido utilizado como fuente de estudio por especialistas tales como Adolf Schulten, que la empleó para teorizar acerca de la posible ubicación de Tartesos. Como no soy historiador sino poeta, sólo he consultado bibliografías al respecto para tener una idea aproximada de la situación y sobre todo de la motivación de Avieno al recoger la información que proporciona esta obra, además de sus experiencias personales al respecto, para emprender tan arduo menester que supongo debió requerir varios años de laborioso trabajo dados los escasos medios de aquella época. Observará el lector que las páginas pares de este libro están ocupadas por lo que comúnmente se conoce como “Pies o Notas de página”, es decir, las múltiples aclaraciones que se hacen normalmente al texto, y que en este caso tan particular, son de extrema importancia pues los nombres, sitios y demás se citan en el latín de hace milenios y estas “notas” que van incorporadas en las páginas pares, junto al poema en las impares, nos permite enlazar nombres, localizaciones y demás en la lengua actual, siendo por ello de suma importancia tenerlas a mano al tiempo que leemos. Estas notas, que se han convertido en genéricas pues se encuentran en cualquier lugar que hable de esta obra, las he tomado de diversos sitios pues no requieren trabajo personal por mi parte dada su proliferación. No obstante, me gustaría agradecer a los anónimos que las crearon sean quienes sean, mi agradecimiento pues sin ellas no hubiese sido posible llevar a cabo esta obra ni clarificar algunos aspectos fundamentales de la misma. Leyendo a los griegos y retomando algunos pasajes que diversos autores se han encargado de destacar, se encuentran cosas muy curiosas que Avieno también resalta a veces, como cuando dice “hasta el templo de Venus y el Cabo del mismo nombre, el litoral se recoge”. O en este otro caso: “en sus costas se levantaron en otros tiempos numerosas ciudades”. O cuando se nos dice: “Pasamos junto al solar donde otrora se alzaba Kalkedón la vieja”. Se refiere en estos textos al Cabo de Gata y la bahía de Almería y alrededores, pero.... ¿de qué ciudades habla? En otros pasajes nos dice: “A la ciudadela de Geronte y al cabo del santuario, como hemos explicado antes, los separa la salada mar por medio”. Es decir, da nuevas descripciones del territorio entre Cabo de Gata y Cartagena y, además, las detalla. Parece ser que echaba mano de otras fuentes anteriores. Avieno nos informa que cerca del cabo del santuario de Cabo de Gata (segundo macizo) desemboca un río caudaloso. Ese río sería el Andaráx en Almería, que poseía un gran caudal documentado en época histórica. Curiosamente, varios autores han caído en la cuenta de la semejanza entre el topónimo Andaráx, en Almería, y el de Mar de Mandarache en la ciudad de Cartagena. Así, el monte de los tartessios, según se deduce, no sería otro que la sierra litoral que avanza desde el cabo de Gata hasta Cartagena y que es visible desde el mar durante todo el recorrido. Se llega a la isla Eritia, al final del monte de los tartesios que corresponde a la isla de Escombreras (que marca la entrada al puerto de Cartagena y consagrada a Melkart/Hércules en época clásica). Se hace mención a las campiñas de Eritia, que serían las tierras del Campo de Cartagena, cuyo color rojo, a causa de la oxidación del abundante hierro que contiene nos recuerda a la palabra eritros, que es rojo en griego y nos hace pensar que Eritia es la “tierra roja”. En fin, he sacado a colación estos pasajes publicados por distintos autores debido a su cercanía con mi ciudad, Almería, pero los hay también de casi todas las ciudades en mayor o menor medida y eso nos da una idea de la importancia del material que se ha ido perdiendo a lo largo de siglos tanto de la obra que tenemos entre manos como de los textos antiguos en que se basó Avieno. Habría que repasar una vez más, muy despacio, la “Geografía de Estrabón”, así como los viejos textos de Euctemón, Polibio y otros grandes autores interesados en ir uniendo detalles y recomponiendo nombres y sitios que siguen siendo un misterio pero que están ahí, bajo nuestros pies, esperando que la curiosidad de algunos encuentre estos tesoros de ayer y siempre y los muestre para conocimiento y deleite de todos. Dejo la Historia para los expertos y sigo con mi labor, que no es otra que la de mostrar en versos lo más aproximados posible a los del original, esta portentosa aventura que, aunque incompleta, nos aproximó por primera vez a nuestras costas y mares cercanos. Y agradezco, por supuesto, el material de tantos y tantos que me precedieron y que me ha permitido recomponer en verso esta historia apasionante.