Dios enseña y el hombre, sangrienta, torpe o cruelmente, lo imita.El primer cuento es distinto a los demás. No hay sangre, no hay muertos; sin embargo, alguien desaparece. Una expresión que en nuestro país tiene, a pesar de lo paradójico, vida propia. La historia se basa en una relación interrumpida, de manera inverosímil, entre un muchacho cualquiera y una señora potentada. El segundo trata de la muerte como espectáculo, de la vida racional como abúlica y escasa, y de como el animal domado se rebela a la razón; aunque luego vuelva a ser aniquilado. El tercero da cuenta del odio, la venganza y el desenfreno en el que caen los cuatro protagonistas. El cuarto relata las desgracias de un joven feo que va descubriendo cuan cruel puede ser el mundo, al que él no le es ajeno. El quinto narra la historia de un sicario que fuerza a su hijo al mismo destino, la culpa que surge por ello, la necesidad imperiosa de redención y la expiación que el hijo le tiene reservada. El sexto está compuesto por tres breves historias de venganza: el famoso placer de los dioses que el hombre osa paladear. El séptimo reniega de la posibilidad que exista magia en la vida. En el octavo, la locura y la estupidez se juntan peligrosamente. En el noveno, un hecho imposible es el disparador del último exterminio.