Mañana es el día siguiente
- Autor: Mario Marín
- Género: Literatura y Novela
- ISBN: 978-84-948150-3-4
- Nº Páginas: 208
- Encuadernación: Tapa blanda
- Año: 2018
Esta novela es una temporización de la crueldad a lo largo de un crecimiento. Un drama absoluto donde un hombre joven y ocioso, que practica el running por vicio y que atiende el huerto de un amigo, se empecina en una discusión con un vecino y transforma su vida, como quien cría palomas o colecciona sellos, en la de un sádico cruel. Cuando el asco es el personaje principal de una novela, el mal es su secundario. Cuando el asco crece de emoción a fuerte desagrado y recorre la náusea, el vómito, el sudor y se luce en violencia enquistada, entonces, cuando se bosa, aparece la maldad. Con el segundo trastazo corrí a la puerta y lo vi. Ahí llegó la primera embozada de asco. Un perro negro estaba corriendo como un majara por mi huerta. Tenía el pelo largo y cenizas las puntas de las patas. Mi respiración me hacía cardenales por dentro. El pisoteo más gordo fue con las tomateras, el perejil rizado y los alcauciles. Me fui rápido hacia él cagándome en sus muertos y gritándole que parara. Desde detrás de la cancela escuché un silbido. Esta novela cuenta, en la línea de un año, la relación de daño, aguante, amistad y resignación entre dos hombres. Samuel vive en un barrio de Huelva y acepta la planitud de su vida como el freno necesario a una juventud de excesos. Sin grandes contrastes, acepta trabajos ocasionales y colabora en asociaciones de voluntariado. Fidel es un artista plástico contemporáneo que monta su estudio en una urbanización setentera con muy pocos vecinos. Cuando sus historias se cruzan, el capítulo de las miserias humanas se descarga en una catarata de sordidez y brutalidad. Mañana es el día siguiente es una crónica del mal en estado puro. Una historia tan inmoral que su malvado desenlace provoca una sonrisa en el lector horrorizado. Y sonreír ante el mal no debe ser muy encomiable, aunque Stieg Larsson o Quentin Tarantino tengan tantos millones de seguidores. Con una prosa que va matando moscas de manera certera, Mario Marín, recrea un paraje que nos trae aires del Santuario de Steinbeck o del Tiempo de silencio de Martín Santos. Con esta obra se confirma que el asombro que su anterior novela, El color de las pulgas, causó a los editores, no fue casualidad.