Un yoyo que no vuelve. Un velocípedo que cruje al girar. Una muñeca zurcida con hilos de amor y silencio. Así empieza este viaje. Pirulo no escribe desde la nostalgia, sino desde la urgencia de recordar. En un mundo que se ha llenado de pantallas y olvidos, rescata los gestos pequeños que hicieron grande su niñez: el rasguño en la rodilla, el grito de “¡primer!”, el consuelo mudo de un botón perdido. Cada capítulo es una ficha lanzada en el piso de tierra. Cada palabra, una vuelta más en el columpio que cuelga del algarrobo. No es una historia solo para quienes fueron niños. Es para quienes aún llevan un juego escondido en el pecho. Para quienes entienden que crecer no es olvidar, sino saber regresar.