El 15 de septiembre de 2008, debido a las pérdidas que las hipotecas fallidas habían producido en su balance, Lehman Brother se declaró en quiebra ante los juzgados de Nueva York. El exclusivo club constituido por los banqueros norteamericanos interpretó unánimemente que aquel desenlace no respondía a la mala gestión del quebrado, sino que se trataba del aviso de los mercados, que cantaba a voz en grito el punto de saturación al que habían llegado las burbujas financiera e inmobiliaria que sus políticas hipotecarias habían estado alimentando durante lustros. El giro radical que los banqueros decidieron imprimir a sus negocios convirtió en descalabro lo que no hubiera tenido por qué pasar de ser un incidente financiero más o menos grave, y la economía del mundo occidental se vio sumida repentinamente en una crisis económica de la que cada una de sus características recordaba a las del crack del 29. Este es el relato objetivo de los hechos contrastados, a partir de los cuales, Leche y bananas es una recreación del proceso histórico que desembocó en aquella crisis, pero incorporando contenidos que rellenan los vacíos que las hemerotecas no lograron completar, y estableciendo una relación causa efecto entre la pérdida del liderazgo económico y moral de occidente, y la eclosión del yihadismo, ansioso por invadir el espacio liberado por aquel en su retroceso. En las tramas de Leche y bananas, personas reales comparten espacio y tiempo con seres que nunca existieron, salvo en la imaginación de este autor, y acontecimientos históricamente documentados se alternan con otros que quizás nunca ocurrieron, aunque es altamente probable que estos últimos acontecieran de forma muy parecida a como se describen en esta novela.