En muchas ocasiones pensamos, o eso creemos, que nuestros pensamientos singulares son irrepetibles e inigualables a los de nuestros semejantes. Es así, sin duda, es así, al igual que un rostro por parecido que sea a otro, ninguno es igual: No existe la semejanza plena. Pues bien, lectores, irrepetibles y heterogéneos lectores, tenéis en vuestras manos un libro que, a priori, lo habréis conseguido por diversas vías, diferentes, seguro. Y con diferentes fines, lo leeréis y os evocará u os significará sensaciones y sentimientos diversos... Susurros en vuestras mentes que os bombardearán al acabar este inigualable libro. Susurros, previos a los Gritos, gritos que se entrelazan en esta brillante historia, en esta reflexión del último día de la semana, cuando la mente está limpia, cuando se encuentra así misma. Muestra lo oscuro, lo claro, las evidencias y contradicciones de lo bueno, lo malo, lo hermoso y lo grotesco... singularmente lo que uno quiera. Es cierto, que para enfrentarse a él, se debe realizar con lectura plena, profunda e incluso releyendo párrafos. Llegados esos momentos, es cuando la narración te absorbe, te engancha, pero también desgasta, dado su nivel de profundidad. Profundidades de diferentes mares de incomprensión a los que cada uno llega... y cuando llega, grita, grita en su verdad singular. Miedo, rutina, enfermedad, intimidad, obscuridad y amor, todo se narra desde la visión del lector, pensando en él, sin el fin de llegar al mismo sitio. Orgulloso de susurrar estas líneas, para preparar el camino, para desatar el cabo de esa barca de Caronte que cruza el Río Leteo, hacia donde uno quiere estar...¡Ahí es hacia donde iréis! Seréis los primeros en llegar, porque conocéis el camino, ya habéis estado allí antes, solo os ayudará a llegar de nuevo. Sois vosotros los que haréis esta historia, con vuestra singularidad encontraréis el lugar, el sitio o momento correcto al que trasladaros en los diversos gritos. Luchando contra la incertidumbre de ser, de existir, así se muestra ante todos el autor, en cada grito, una sensación, en cada palabra un recuerdo. Todo es válido, menos la ignorancia. Cada uno que lea estas líneas será poseedor de su todo y de su nada, pero en definitiva será suyo, de todos, pues con su evocación personal podrá descubrirse, reinventarse así mismo o simplemente hurgar en sus recuerdos. Convencido de ello, el autor escribía, tras tiempo de ausencia propia, pero con pinceladas dibujadas en su mente, concluyó lo que hoy tenéis entre manos. Esperando llegar a ser lo que uno quiera que sea, que suceda, que encuentre. Allá estará el autor, con todos vosotros, pues os entiende. Luchad, leed y concluid y si es necesario, simplemente buscad en vuestra alma, allí estará la solución a lo que no entendáis. Quizá, al día siguiente, o quien sabe, si más allá, encontrareis la verdad de estas letras.