“Ricardo Alba Santamaría pinta con palabras. Sus sutiles bocetos muestran el abismo detrás de la vida cotidiana. Observaciones entre humor y nostalgia que vale la pena leer”. Esta cita de Sarah Lark, escritora de prestigio reconocida mundialmente, es un buen aval para la lectura de ‘Las ovejas duermen en familia’. Estudioso de la naturaleza humana, el autor sitúa en Alcandora, un lugar imaginario o tal vez no tanto de la costa mediterránea, los relatos de “Las ovejas duermen en familia”. En Alcandora conviven el amor y desamor, la alegría y el dolor, la desesperación y la esperanza, el abandono y la acogida, la intimidad y el descaro, la generosidad y la mezquindad, la ternura y la libertad, la angustia y el consuelo. Los personajes son perfectos desconocidos y, sin embargo, tan semejantes a cualquiera de nosotros que es laborioso desenredar la ficción de la autenticidad. “¿Fantasía, tal vez? Bueno, los habitantes de Alcandora aseguran lo contrario, que Alcandora existe y, lo más importante: también ellos existen”. En ‘Las ovejas duermen en familia’, Ricardo Alba narra la implacable naturalidad de unos personajes expuestos al día a día de su existencia. El trasfondo de cada historia es una alfombra tejida de sensibilidad por la que transitan casi en silencio las complejas emociones a flor de piel de los protagonistas.