LAS HORAS SE RÍEN DE MÍ
- Autor: OSCAR M. PRIETO
- Género: Literatura y Novela
- ISBN: 978-84-935613-9-0
- Nº Páginas: 353
- Encuadernación: Tapa blanda
- Año: 2009
La novela habita en dos espacios. Un Madrid callejero y nocturno, con sorpresas en cualquier esquina y extraordinariamente vivo. Y la tranquilidad y el silencio de los caminos solitarios y conocidos de un pueblo de León. La novela se encarna en dos personajes. Cristo, una mujer joven que ha perdido los sueños igual que se pierden las monedas, por el agujero de un bolsillo. Una mujer con sueño y ganas de dormir, que madruga para dar desayunos en una cafetería y a la que nunca le llega el tiempo, siempre resoplándole en la nunca, por más que corra. Su vida se ha llenado de prisas y en los últimos días le han sucedido cosas muy extrañas: un beso, una muerte, un milagro,… Juan, un hombre viejo y con el pelo recio y blanco como el espigón de un barco. Antiguo matador de cerdos, hacedor de fuego y viajero empedernido, es depositario de un modo privilegiado de viajar. Cuando se jubila y se queda parado como un rayo en mitad del patio, descubre que su tiempo ya ha quedado a sus espaldas y decide caminar en círculos. Un día, un joven pescador le enseña el ciclo vital de la ephémera o mosca de mayo. Otro día un eclipse anular le revela su destino. Dos tiempos. El protagonista, el caminante, el omnipresente en cada página, en cada palabra, es el tiempo. El ser humano es radicalmente tiempo y es en el tiempo en el que todo cobra sentido. Pero no existe un tiempo uniformado, objetivo y absoluto, sino que en buena medida el tiempo depende del sujeto, como el sujeto a su vez depende de la memoria. De ahí la pregunta que se lanza al inicio de la novela y que se contesta al final: “¿Sabes qué tiene que hacer esta piedra para llegar al mar?” La novela tiene un río. ¿Qué sería de una novela sin un río? Por sus páginas ronronea Miércoles, un gato que nació un miércoles de ceniza y al que le encanta el agua y, por supuesto, las gatas. Y también hace sonar el cascabel Canela, una perra pequeña y parda que concibe las horas en la oscuridad de la cuadra. Corre sangre derramada, hay párrafos manchados de sangre. Primero en un cerebro que los médicos diagnostican enfermo. Pero no, Cristo no puede creer que Juan este enfermo. Lo que sí ve es que la enfermedad puede ser un regalo para una familia y un secreto. Después, sangre trágica, incompresible e injustamente derramada en la flor de la vida, en un instante, vanamente. Es la sangre de Vana, de Silvana. No podía faltar el viaje ni la estación ni el tren. Y no faltan. La novela también tiene su amor, su historia de amor, de amor eterno, eterno y tan silencioso que se va en un barco de papel. ¿Fue Diego quién le envío las dos fotografías? ¿Quién de los dos se va finalmente, Cristo o Diego? ¿Quién de los dos renuncia? Además, están las tres tías, Cuco que ha llegado de Chiapas, el Gran Rumano y su hija, Sara y Alicia, Nacho y su gata Michelle y, testigo de todo y de todos, la luna, la luna llena en la que si te fijas bien puedes encontrar, con la patas alzadas, al conejo maya. Más o menos es todo esto lo que está guardado en la caja novela.