En La tristeza de los días laborables encontraremos una poética de lo cotidiano escrita para ser compartida, es decir; comprendida. Una poesía sin juegos de artificio que se publica con la vocación de convertirse en una correspondencia entre el autor y esa difusa entidad a la que llamamos lectores. El tono es a veces irónico, otras expectante; las más melancólico. Y poema a poema, el libro va construyendo una mirada que se detiene a observar los misterios del día, la amarga constatación del paso del tiempo. Con distancia, con humor ante las evocaciones personales o, con piedad cervantina, ante el desangelado ambiente de los bares solitarios donde, dice el poeta, todos los clientes mienten o fantasean sombríos sobre su propio destino. Canciones, referencias literarias, humor, erotismo, desasosiego y una contenida tensión lírica van componiendo un libro del que saldremos esbozando una sonrisa, la sonrisa de saber que estamos vivos pese a todo. Pese a la tristeza de los días laborables.