El detective Peláez acepta un caso para localizar una fosa común de la Guerra Civil donde se encuentran los restos del abuelo de su cliente. La finca donde se supone que está la fosa pertenece a dos hermanos falangistas que se oponen a cualquier asunto relacionado con la Memoria Histórica, sobre todo a que se excave en los terrenos de su propiedad. Dos muertos, la profanación en varios puntos de España de tumbas relacionadas con el bando franquista y las agresiones sufridas por militantes de izquierdas en varias ciudades, incluida la suya, complican la investigación. En las tumbas abiertas, de las que han sido robados los restos mortales que contenían, aparen unas notas: “Nuestros 150.000 muertos y desaparecidos en fosas comunes y cunetas de toda España merecen el mismo trato y respeto que disfrutan sus asesinos. Queremos que los familiares de los restos incautados y todos los fascistas que se identifican con ellos sientan lo mismo que sienten los familiares de los otros, que durante ochenta años no han tenido lugar donde visitar a sus seres masacrados, donde dejar unas flores o unos lamentos. Queremos que se sepa: 1. Que no nos mueve ningún ánimo de venganza. 2. Que los restos incautados volverán a sus lugares cuando los otros sean buscados, hallados y exhumados". Gracias a la labor investigadora de Peláez se pone al descubierto una trama que es desmantelada por las fuerzas de seguridad del estado y que hubiera tenido dramáticas consecuencias de haberse consumado sus propósitos.