Hacía mucho tiempo, en concreto más de trece años, que no había vuelto a tener las extrañas sensaciones que tuve cuando escribí mi primer libro sobre la figura de Myriam de Magdala o María Magdalena, como es conocida popularmente. Y es que dichas sensaciones ya no me parecían extrañas, más bien al contrario, me resultaba muy familiar. Después de la publicación de mis dos primeros libros sobre la figura de María Magdalena: El Legado de María Magdalena – Abril, 2005; y El Triunfo de María Magdalena –Jaque mate a la Inquisición – Octubre, 2007; creía que ya no podría encontrar mucho más al respecto… ¡qué equivocado estaba! Pretender que la importancia de la figura de María Magdalena únicamente se halla en la íntima relación mantenida con “Jesús de Nazaret”, es como desconocer todo el proceso de la metamorfosis de la mariposa. Durante varios años estuve indagando sobre todo aquello que tenía algún tipo de relación con la Magdalena y Jesús. Había descubierto suficientes pruebas o evidencias que demostraban su relación marital y hasta la descendencia de ambos; y a pesar de que los hechos estaban sobradamente probados, algo en mi interior me decía que todo aquello no era suficiente. María Magdalena no podía quedarse únicamente en la esposa o “koinonós” de Jesús, aun siendo la madre de sus hijos. Como tampoco podía ser casual que, una orden de monjes guerreros, conocida como “los Caballeros Templarios”, con San Bernardo de Claraval (Bernard de Clairvaux) al frente, tuviesen a la figura de María Magdalena o, mejor dicho: Notre Dame, como su “Señora”; a pesar de que la Iglesia haya intentado desviar la atención sobre la figura de la Magdalena, indicando que dicha advocación templaria era en referencia a María la Virgen, la madre de Jesús. Pero los cientos de templos y capillas dedicadas a María Magdalena por todo el territorio cristiano, por parte de la Orden del Temple, indicarían todo lo contrario. Y es que la casualidad no existe. Hace tiempo que descubrí que nada sucede por casualidad, sino debido a un determinado motivo o causalidad, a pesar de que la mayoría de las veces permanezca oculta y no sepamos la razón o la motivación que provocó el hecho, sino hasta pasado un tiempo determinado, en que somos capaces de comprender lo sucedido. Ahora me encontraba de nuevo en ese momento, todo parecía tener sentido; una vez más, las piezas del rompecabezas empezaban a encajar. Tal como ya sucedió en las anteriores ocasiones, de nuevo fui elegido para llevar a cabo otra “misión”. Si hago honor a la verdad, debo decir que sigo sin comprender el por qué he sido yo el escogido, aunque quizás la respuesta se encuentre en los libros anteriormente citados. Pero de lo que no me cabe la menor duda, es que quien se haya fijado en mí, lo hace porque sabe que siempre intento ser imparcial, así como procuro acercarme a la veracidad de los hechos todo lo que se me permite, pues la verdad absoluta no está al alcance de los mortales. Y con esta premisa, es con la que voy a tratar todos los temas que se van a desarrollar en el presente libro. Quien ya haya leído algunas de mis obras publicadas, no va a necesitar demasiadas explicaciones al respecto de mi manera de hacer; pero para aquella persona en que este sea el primer libro que lee de mi autoría, precisará de alguna aclaración previa. Poseo un estilo muy personal, como considero que debe ser, el cual puede agradar o no a determinados lectores. De hecho, no busco el beneplácito de ninguna crítica, aunque siempre es preferible recibir las que son agradables, pero no es ese mi objetivo. Mi idea e intención, es conseguir transmitir al lector no sólo la información, sino también las diferentes emociones que contienen las historias que se relatan en la presente obra. Y es que, para mí, un libro debe poseer un mínimo de tres cualidades: pedagogía, entretenimiento y fiabilidad. Es decir, debe instruir e ilustrar sobre aquello de lo que se expone, de una manera recreada y entretenida, y demostrando o argumentando lo que explica. A fin de experimentar todo ello, el lector, se verá inmerso en diferentes narraciones históricas, en investigaciones de campo y, sobre todo, en testimonios personales; pues hay situaciones en las que, argumentar lo expuesto, únicamente es posible a través de la propia experiencia. Sin embargo, todas las situaciones antes descritas se harán desde la perspectiva histórica de los personajes de Jesús (Yeshúa) y María Magdalena (Myriam de Magdala), sin que por ello afecte o suponga un ataque a las doctrinas religiosas de los creyentes. En este libro no se va a cuestionar la fe de nadie, simplemente se va a exponer los hechos históricos conocidos y menos conocidos, desde un punto de vista distinto al que la Historia oficial ha ofrecido, aportando nuevas posibilidades o respuestas que, en otro tiempo de la Historia, hubiera sido menos que imposible presentar e incluso imaginar. Soy consciente de que para algunos creyentes mis exposiciones les pueden resultar heréticas, o incluso provocativas. Pero nada más lejos de la realidad; mi intención, se limita a proponer una novedosa visión histórica de los personajes de Jesús y María Magdalena que resulte más asequible al razonamiento humano, de estos protagonistas de la Historia de quienes apenas se conoce su realidad; pues las historias basadas en los dogmas de fe de la Iglesia Católica o las distintas religiones afines al cristianismo, difícilmente pueden ser aceptadas como un hecho histórico ya que, como se ha dicho, están basadas en la fe. La fe es una causa subjetiva que cada individuo acepta para sí, adaptándola a su idiosincrasia personal, y como tal no puede ser rebatida. La historia es otro asunto mucho más mundano o prosaico, si se prefiere; si bien suele adolecer de la manipulación u ocultación de que es objeto, e incluso llega a ser utilizada torticeramente, con oscuros intereses de aquellos poderes fácticos versados en el control del público a través de la política y la religión. Tal como ya ocurriese en las obras anteriormente mencionadas, la presencia y participación de Hermes se hace precisa y necesaria, pues sin su inestimable colaboración, nada de lo descubierto y contado, tanto en los anteriores libros como en el presente, habría tenido lugar. Y ya para terminar, indicar que, este libro, no podría haberse realizado sin la decisiva participación de varios “seres angelicales” que, al igual que sucedió con Hermes, son los responsables de que yo no crea en la casualidad.