Durante las obras de adecuación del convento de la MM. Redentoristas de Burlada aparece un esqueleto emparedado tras el muro de una de las alacenas del claustro. El infortunio, además de poner en peligro la continuidad de las obras, amenaza con acabar definitivamente con la maltrecha reputación de la orden, pues no solo se trata de un varón, sino que, además, como única prenda luce un anillo herrumbroso que les hace sospechar que pudiera tratarse de un religioso de alto rango, de modo que la superiora decide dar prioridad a la identificación del cadáver, pese a que su aspecto refleja claramente la antigüedad del deceso. Esta decisión dará lugar a una serie de acontecimientos disparatados que pondrán el convento patas arriba, más aún cuando la policía descubre que alguien está intentando vender en un portal de segunda mano un anillo de valor incalculable, una joya medieval desaparecida desde hace más de un siglo. Las situaciones a que da lugar la trama, tan absurdas y alocadas como los propios protagonistas, conducirán al lector por un laberinto de situaciones hilarantes, no por ello abandonando la intriga y el suspense característico de la novela negra, y todo por averiguar quién era el sospechoso portador del anillo de San Bastardo.