La huella del testigo, de José Alberto Rondón Ayala, más que un libro de cuentos, es un breve, pero certero muestrario de la cotidianidad cubana; donde el hombre, como ente esencial y testigo de sus propias flaquezas busca glorificarlas, donde se entremezclan temas diversos: muerte, nostalgia, tiempo. Tan recurrentes en la narrativa contemporánea. La incursión, dentro del corpus narrativo, de obras y autores ya clásicos en la literatura y los préstamos intergenéricos empleados por Rondón, como la música, la radio y las artes plásticas, que aquí son protagonistas, hacen que este libro tenga un efecto vital y visual para el lector, siendo la intertextualidad uno de los trucos y mañas que el mismo creador utiliza como puente, como soporte para imponer su discurso. Algunos de los textos escritos por este autor, demuestran, la gran influencia que tiene hoy día para los narradores de la isla: el realismo mágico; corriente literaria, que ya, en Alejo Carpentier tenía a su principal precursor, dado a través de lo que él mismo llamó lo real maravilloso. Será Harold Bloom quien mejor defina este concepto en su Cannon Occidental, demostrando con esta tesis o teoría: que lo maravilloso, lo real y lo mágico, en la narrativa latinoamericana actual, no debe ni puede, desligarse de esa cultura y tradición que los pueblos han mantenido y que es mostrada a partir de sus propias narraciones y hechos.