La obra que presentamos analiza algunos casos paradigmáticos de Imposturas. El primero se refiere a una de las obras más divulgadas editorialmente en todo el mundo: Los Protocolos de los Sabios de Sión, de la que se afirma que el número de sus ediciones en los distintos idiomas se acerca al de la propia "Biblia". Aunque la falsedad de sus orígenes y sus conexiones con obras de ficción anteriores ha quedado mil veces demostrada, su sustento ideológico trajo como consecuencia la persecución y el genocidio. El segundo lo hemos incluido como ejemplo de la imaginación y la inteligencia de los grupos de contraespionaje inglés que, durante la segunda guerra mundial, trataban de confundir a los alemanes sobre determinados proyectos bélicos aliados, que podían influir en el curso de la contienda. Es el caso del William Martin, el hombre que nunca existió, pero cuya tumba puede visitarse en el cementerio de Huelva. El siguiente lo hemos incluido como ejemplo de una impostura a la que el propio autor consideraba "un estudio sociológico sobre la credibilidad humana ante el asunto OVNI". Como en el primero de los casos, a pesar de que el propio autor de la impostura reconociese claramente la falsedad de los informes UMMO, la estupidez humana sigue manteniéndose en el error. El último de ellos tiene un ámbito muy reducido, y si lo he incorporado a la obra es porque me vi directamente involucrado en él. Mejor dicho, fui pieza fundamental en una impostura cuya única intencionalidad fue la de arropar la idea de un paisano onubense que, maestro de la bulla , el dislate y el pitorreo, había aparecido en algunos medios de comunicación afirmando que una planta de ajo que cultivaba en su huerto, como consecuencia de hechos taumatúrgicos, alcanzaba desarrollos y características prodigiosas.