Nuestra memoria es capaz de retener los hechos más significativos que dan sentido a nuestras vidas, de forma que nos resultaría muy fácil escribir una pequeña o gran biografía sobre nuestro caminar por este mundo. Pero hay una época a la que no podemos acceder si no es por los relatos de nuestros padres. Olvidamos nuestras sensaciones y no tenemos recuerdos ni de cómo nacimos, ni de cómo pensábamos, ni de cómo se desarrollaron nuestros primeros días en esta vida. Esta quiere ser la historia de los miles de niños que todos los años nacen en nuestro país, con la esperanza de transmitir a sus padres las señales que nos envían los críos y que, habitualmente, traducimos bastante tarde, así como para que sirva de recordatorio de ese primer año de nuestras vidas al que ni nosotros, ni nuestros padres, sabemos poner luz. El final de la historia de nuestra infancia la definió perfectamente el gran Joan Manuel Serrat: «… que decidan por ellos, que se equivoquen, que crezcan y que un día nos digan adiós...»