Cierto es que, cuando sumamos años, el cuerpo decrece y muchas de nuestras energías juveniles se van aplacando. Bajan de intensidad, pero no desaparecen. Y es eso lo que hace que la vida resulte interesante cada día. Siempre se puede aprender algo nuevo, de alguna manera, la vida en todo momento nos pone delante un camino nuevo a una gran aventura. Y de nosotros depende afrontarla con más o menos aciertos. Así comienza esta increíble historia, que va enlazando relatos magistralmente narrados por el autor, donde un grupo de octogenarios decide experimentar las mismas experiencias de las que disfrutan hoy los más jóvenes. Y es que nacer en la era analógica, ha supuesto un empezar desde cero a nuestros mayores, para intentar al menos, ponerse al día en el mundo digital. Si muchos han intentado enseñarle a vuestros padres o abuelos el funcionamiento de las nuevas tecnologías, sabrán de primera mano de lo que estoy hablando. Pero, como todo en la vida, nada es fácil o difícil. Decía Charles Darwin, “que no sobrevive la especie más fuerte, sino, la que mejor se adapta a los cambios”. Sí, el mundo cambia a una velocidad pasmosa y es ahí donde se plantea el desafío para muchos. Y las aventuras de estos intrépidos exploradores dan muestra de que, sin importar la edad, se puede sobrevivir en el Ciberespacio.