Las esculturas de las portadas de las catedrales góticas responden a un programa establecido de antemano por las autoridades eclesiásticas que impulsaban su construcción. En ellas querían relatar la historia de la Iglesia para enseñarla a los fieles que no sabían leer. La catedral era el espacio de reunión y de celebración, pero también era un lugar de instrucción donde recibían la preparación y las pautas a seguir en su vida. Esta enseñanza empezaba antes de entrar al templo, en sus portadas, donde cada escultura, cada figurita formaba parte de un conjunto que respondía a un argumento previamente diseñado. Cada catedral imaginaba su propio proyecto y cada una era única y diferente. El programa iconográfico de las portadas de la catedral de León responde plenamente a la mentalidad de su época, el siglo XIII, tiene unas características propias que la hacen especial y que se describen en este libro. Recorrer las portadas de León supone transitar por la historia de la Iglesia en la tierra, desde el nacimiento de Jesús hasta el día del Juicio Final. Son historias que cuentan los Evangelios y los libros sagrados. Los ideólogos del programa de las portadas de León, influidos por el espíritu cultural que impulsó Alfonso X el Sabio en Castilla, imaginaron a muchos de sus personajes con un libro en la mano. Las nuevas órdenes religiosas, franciscanos, dominicos y clarisas, promovieron una fe más razonable y una devoción más participativa, de modo que la religión empezó a ser vivida de forma más intensa por los fieles. La catedral era la casa de todos.