Podría decirse que la vida del narrador de esta novela, que tiene por escenarios principales Madrid y Nueva York, se encuentra en vía muerta. Su solitario protagonista va descubriendo que su vocación de escritor procede de una radical desmotivación. Ese querer en falso, o esa fundamental desilusión, desemboca en un único deseo: quedarse al margen, deseo que propicia su fundamental, incluso radical pasividad. Ante las exigencias sin límite de lo llamado la realidad, la respuesta solo puede ser la indiferencia y la asunción de una vida oficialmente desnortada y al margen. Los sucesivos amantes que pasan por la vida de este gran pusilánime asumido son solo pantallas para ocultar su deseo de soledad, de quietud. Ninguna de las nuevas relaciones que establece, escasas y superficiales, logran aliviar su fundamental aislamiento, del que no logra evadirse sino de un modo imaginario.