Una mujer narra las reuniones de tres amigas donde se cuentan, con plena confianza y sin medias tintas, sus aventuras de “finde”. Son reuniones liberadoras y llenas de sentido del humor, algunas de esas aventuras son realmente patéticas, pero ellas saben encarar esas adversidades poniendo buena cara y afrontando ese tipo de relaciones con madurez y realismo. El libro ofrece también alguna receta afrodisíaca, como no podía ser menos, dada su ambientación en la ciudad de San Sebastián, lugar que adquiere bastante protagonismo dentro de la obra. Por otro lado, el libro, aparte de insertarse conscientemente en la tradición literaria que va desde “El Cantar de los Cantares”, hasta autores como Henry Miller, pasando por los romanos Apuleyo y Petronio. También expone situaciones a las que se enfrentan personas con discapacidades, que reivindican, dentro de esta obra, su derecho al placer. En otro plano, el libro habla también del autodescubrimiento que vive la narradora-protagonista, de la que no sabemos el nombre. Proponiéndonos un camino de búsqueda de una autenticidad en las relaciones, sin querer someterse a encasillamientos ni clasificaciones. Dicho esto, el autor sólo ha pretendido crear una obra al estilo de los “cuentos milesios”, es decir; obras ligeras e intrascendentes, escritas en un lenguaje coloquial y directo, cuya única utilidad es la de servir de distracción y entretenimiento a personas que, tal vez, se encuentran agobiadas por la deriva imprevisible de la situación actual, una guerra que amenaza con extenderse y el cambio climático que está alterando las condiciones de vida de todo el planeta. Es a ese público, a ese lector agobiado por todas estas circunstancias, al que va dirigida esta obra y es él, quien tiene la última palabra.