Los cuentos de Oscar Seidel Morales nos conducen por los laberintos culturales del Pacifico, dentro de los cuales los seres humanos se mueven en progresión sicológica de sentimientos e ideales que forman la mitología y los arquetipos expresivos del alma terrígena. El escritor se adentra en el acontecer enigmático de la naturaleza, en los pormenores equívocos de la conducta humana y en los desequilibrios de irrealidades inasibles. En los cuentos de Seidel pululan inestabilidades, inquietudes e incertidumbres, encuadradas en los imponderables de una dinámica mitológica. Su haber literario circula en un entorno alucinante, donde se conjugan fuerzas desconocidas con seres imaginarios y reales. Es de admirar cómo elabora, en un estilo fluido y atractivo, su sensible versatilidad artística. En una ideación de la temporalidad fantástica, inspirada en la imaginería del alma colectiva, el autor hace vivir los animismos, los atavismos recordatorios y los dinamismos de las acciones humanas que desfilan por el mundo de la fantasía vernácula y de los cíclicos movimientos marinos, fluviales y boscosos, donde deambulan y trillan sus personajes cuyas acciones se ajustan en máximas, refranes y alusiones incisivos. Se percibe, en estos sintéticos cuentos, la visión antropomorfa de las fuerzas naturales que fluyen, se combinan y se mantienen operantes en el discurrir de la vida humana. Impresiona, también, cómo el autor comprende y exalta la cultura del Pacifico al fusionar y sincretizar las vertientes raciales de lo negro, lo indio y lo europeo, en una conformación sui géneris de hombres erráticos de aspiraciones y superaciones que fluyen del pasado y del presente multiformes y que coexisten en tradiciones mágicas, religiosas y filosóficas, trenzadas, significativamente, en los sueños del conglomerado humano del litoral. Procede para el entendimiento, de esta obra cuentística, destacar, por su temática singular y mitológica los siguientes cuentos: Esa Negra Linda Camará, embrujada por la diosa Oshun, que yace en la confluencia del rio y del mar viviendo su amor con Antonio, el mareño. El ombligado que debía su abultamiento abdominal a la maldición de sus padres por haberse casado entre primos. El Alabao o el muerto que asiste a su propio velorio y quiere levantarse del ataúd para vengarse de su segunda mujer que le había levantado falso testimonio de impotencia amorosa, y a su compadre que enamoraba a su última esposa. Lleno de cucarachas de Rafael, que por contradecir las ideas liberales de sus padres, lo enviaron a estudiar, convirtiéndolo en rosacrucista y masón. En el cuento Alcaldada, ante el incumplimiento del alcalde de dotar al pueblo de una fuente luminosa, las mujeres en una manifestación le gritaban al Alcalde, que ellas a pesar de su miseria si tenían, en sus chozas, verdaderas fuentes luminosas, dado que les bastaba con abrir sus neveras para contemplar que solo estaban llenas de agua y luz. En el cuento Pura Apariencia, ante las indiferencias de la mujer amada, el enamorado burlado concluye: . En Los Acuarelista del mar emplea la sutil ironía cuando dice: “si el ánima de mi amigo vuelve a aparecer le pinto la cara con mi indiferencia”. Los demás son cuentos y escritos notables, cuya temática es consecuente con la concepción cultural del litoral pacífico y los reflejos de la cultura europea, en los cuales el autor muestra su fina intelectualidad.