“Sé muy bien lo que es , si no me lo preguntan, pero cuando quiero explicarlo no lo sé”, escribe San Agustín acerca del Tiempo, un término enigmático, un telar infinito en el que el hombre despliega su determinación. El Tiempo lo abarca todo, está en todas partes y en cada ocasión, en los momentos de plenitud y también en aquello otros en los que acechan el desánimo, las dudas o la insatisfacción. “El Telar del Tiempo” es la historia de María, una joven cuya vida avanza entre los espasmos de un mundo que le niega el derecho a encarar su porvenir. A través de sus Cuadernos, páginas hermosas que si por dentro destilan poesía, rezuman hacia afuera realismo y agilidad, nos ofrece un ajustado retrato de la fábrica textil en la que desarrolla su labor. Su energía y aliento, su fe en sí misma y su resolución frente al paternalismo del sector, constituyen un luminoso ejemplo del combate mantenido por la mujer por ocupar su sitio en la sociedad. Algunos años más tarde, logrado ya el aprecio de su talento y de su potencial, su carrera tropezará con la sutil barrera de la invisibilidad, unas normas no escritas que la llevarán a reconocer que también ella ha malgastado el tiempo tratando de vivir la vida que querían los demás. Tras afrontar una serie de dolorosos sucesos que la arrastrarán hasta el borde de la depresión, hallará otros horizontes y descubrirá en sí misma el coraje necesario para seguir sus intuiciones y escuchar a su corazón.