Homer Aubrey Tomlinson nació en Arcadia, una aldea perdida de Indiana, en 1892. Sustentaba una gran nariz y una única obsesión: ser reconocido por toda la humanidad como Rey del Mundo. La disparatada infancia de Homer estuvo marcada por la sombra de su estrafalario padre, Ambrose, vendedor de biblias, propagandista errante y fundador de una congregación evangélica, “La Iglesia de Dios”. Ambrose tuvo una visión en la cima de un monte pelado. Un ángel rosa le exhortó, desde un aeroplano, a fundar la iglesia verdadera, que sería teocrática y universal. A partir de ese momento se desencadena una serie vertiginosa de acontecimientos en los que se ven involucrados el cetro de Pipino el Breve, el servicio secreto del Vaticano, los teóricos de la Tierra plana y de la Tierra hueca, el Ku-Klux-Klan, un indio cheroqui que fue obispo de Armórica en el siglo VII, un elixir rosa que produce alucinaciones, exaltados protonazis, conspiradores, predicadores chiflados, un guardia suizo transformado en estatua de sal, Howard P. Lovecraft, la CIA, un laboratorio de LSD, los orígenes del Rock & Roll, una colonia de mutantes subterráneos, una sepia voladora, terroristas, asesinos y políticos corruptos. Y, como trasfondo de todo ello, la guerra abierta entre Homer y su hermano Milton por el control de la iglesia paterna. El obispo Homer A. Tomlinson fundó el Partido Teocrático y se presentó a las presidenciales de Estados Unidos en tres ocasiones. Se coronó Rey del Mundo en cientos de enclaves y fue aclamado y vituperado en casi todos. Apenas ha sido reconocido por la historia oficial. Esta minuciosa biografía aspira a reivindicar la figura de uno de los más influyentes y olvidados personajes del siglo XX, un megalómano tan patético y ofuscado como conmovedor. Un auténtico chalado, en toda la extensión del término.