Fernando Díaz Cid nos presenta en su más reciente libro: El repliegue de los espejos, una poesía que se expande. Sus versos invitan a la reflexión sobre la herida que supura en esta batalla de las apariencias. Un grito de silencios en la niebla. El poeta se desdobla entre lo real y la ficción. Mostrando una cicatriz abierta que sangra reflejos. En cada letra hay una invocación a los espectros, un llamado a la complicidad. Las voces de Antonio, de Jorge Luis, de Paul, de Luis, de Ida, de Octavio (por mencionar algunos) se hacen presentes como un eco. Compañeros en la travesía al mirarse en el espejo. Su poesía se repliega al saberse temporal. Versos que viven la intensidad de su presente y lanzan redes a otros tiempos. Voz de la huella que se interpreta con la vitalidad y el concepto. Poesía de belleza feroz donde nuestra imaginación fluye entre correspondencias. Una representación de la distorsión, de la tensión y del sentido. Un lirismo crítico desencantado y en continua expansión que nos invita a revivir en sus letras: Poesía, un murmullo entretejido de palabras en búsqueda de un hallazgo incierto. Un andar poético donde los destellos se pliegan para mostrarnos quienes somos.