En este, el tercer poemario publicado por la autora, la pasión la desborda en cada verso, en algunos sentimos el pavor ante la llaga profunda al gemir sus propias nostalgias, sus propios dolores. Pero también la vemos levantarse en otros versos, inclusive con más ímpetu, para demostrarnos que es el propio poema el que redime y cura. Su Isla, nuestra Isla, y también La Habana, están presentes con la melancolía de quien las quiere, las extraña y las llora. Todo tiene sabor a patria, esa que no hemos abandonado porque cada uno de nosotros ha viajado con ella a donde el destino lo ha guiado.La misma poeta lo dice en un verso, ella desnuda su ser en los poemas y nos los presenta tal cual, de la misma manera que irrumpen, ya sea desde un abismo o desde su alma que un día le robó el mar. Y me pregunto, ¿sus recuerdos pasan a ser nuestros o acaso lo que sucede es que ella versa nuestros recuerdos? Pero detrás de soledades y hastíos también reinan auroras, y la poeta las rescata porque después de una noche oscura, siempre amanece.