El Maristán Nazarí y sus hukamá los abencerrajes truncan su hikma
- Autor: MIGUEL ÁNGEL ULECIA MARTÍNEZ
- Género: Historia
- ISBN: 978-84-18163-78-4
- Nº Páginas: 153
- Encuadernación: Tapa blanda
- Año: 2021
LOS VALORES Y LOS PRINCIPIOS NOS HACEN MEJORES PERSONAS Todo el conocimiento que, a través de una dilatada y brillante trayectoria como médico, Miguel Ángel Ulecia ha adquirido acerca del padecimiento y la enfermedad, de la angustia y el miedo, en el lecho del dolor o en los instantes y días previos a recibir ese diagnóstico que te puede cambiar la vida; todo su exigente código deontológico; toda su pasión por la historia y la investigación; su vocación y sus raíces; toda su capacidad creativa y calidad narrativa, son ríos que desembocan en el océano de esta obra amena y de fácil lectura, que cultiva, entretiene y emociona. La novela del doctor Ulecia es un espejo donde mirarse, un motivo para reflexionar en torno a principios y valores inmutables: la dignidad; la integridad; la valentía; la honradez; el coraje; la humildad frente a la soberbia; la tolerancia frente a la intransigencia; el respeto frente al rechazo; la prudencia frente a la temeridad; en definitiva, valores y principios que nos hacen mejores como individuos y como sociedad. Los hechos relatados ocurren hace siglos, pero sus enseñanzas son categóricamente actuales; entre ellas, que las decisiones concernientes a la Salud Pública deben estar sustentadas en el criterio de quienes la llevan y entienden, en la objetividad de la independencia profesional y científica. No hacerlo supone una necedad que acarrea graves e irreparables consecuencias, una indecencia sin paliativos. Ismail, el protagonista del libro, es un ceutí seducido por Granada, como Miguel Ángel, como tantos otros que llevan en su corazón a nuestras dos ciudades, hermanadas por el afecto, hermosas y mágicas donde las haya. Ceuta, una niña dormida sobre los brazos del mar que tiene por almohada la espuma de las olas, según la retrata el genial verso de D. Luis López-Anglada; una perla amable y hospitalaria de atardeceres de ensueño; un universo de colores, aromas y sabores, de contrastes y de diversidad cultural y religiosa, de respeto y convivencia; un puente que une Europa y África, el Atlántico y el Mediterráneo, Oriente y Occidente, el poniente y el levante. Granada, un lugar fascinante donde el tiempo parece detenerse para que los sentidos despierten; donde el silencio clama al cielo; donde la sabiduría, la ciencia y el arte tienen su morada; donde las aguas cantan y lloran. En las dos, la misma luz, las mismas huellas y raíces, la misma manera de concebir la vida, su ritmo y las relaciones humanas; y la misma patria: el orgullo de ser y sentirse España por encima de cualquier otra condición. Y el amor en el epicentro del relato que nos ofrece Miguel Ángel; el amor a lo grande, en su más noble y valiosa expresión, el que todo lo puede, todo lo alcanza y todo lo disculpa; el que nos distingue como seres humanos, la palanca que mueve el mundo y nuestras voluntades; la esencia de la bondad y de la felicidad: cuanto más amor seamos capaces de dar y recibir, más felices y bondadosos seremos. Ha sido un honor, además de una satisfacción, realizar este breve prólogo. Mi único mérito, el cariño y la admiración que le tengo a Miguel Ángel Ulecia, con quien comparto recuerdos y vivencias inolvidables. Teniendo la misma edad, estando en el mismo colegio y dándose la mano la U, de Ulecia, con la V, de Vivas, en la infancia compartimos aula, pupitres, pizarras, recreos, las típicas fotos de inicio de curso, las meriendas de pan con chocolate, Maruja para ser más preciso, los juegos, las travesuras, el examen de ingreso, los dictados del Quijote, y maestros, algunos todavía vivos en ese rincón del alma reservado para lo querido y entrañable. Ya de jóvenes, aquí, en Ceuta, durante las vacaciones de verano, las prolongadas estancias en la playa; las charlas sin límite de hora ni orden del día; los guateques; las canciones de Serrat, entre otros; las madrugadas y verbenas de las ferias en honor a Nuestra Madre y Patrona; el té en Benzú o en el Oasis; las confidencias, la complicidad y la amistad, sin condiciones, a cambio de nada; y los sueños, sueños cargados de ilusión y de esperanza; y las ansias de libertad, de apertura, de modernidad, de progreso, de cambio. Y ahora, en el otoño, cuando llega el momento de entregar algunos testigos; cuando, tal y como sentencia un célebre y celebrado tango, la frente se marchita y las nieves del tiempo platean nuestras sienes, el reencuentro y el recuerdo de lo vivido, del esplendor en la hierba; el recuerdo emocionado y agradecido de nuestros padres, que dieron mucho más de lo que podían para sacarnos adelante, para construir los cimientos de lo que somos, a base de generosidad, entrega, renuncia y esfuerzo; el recuerdo de quienes prematuramente nos dejaron y a los que seguimos queriendo; en todo caso, un recuerdo sereno y tranquilo desde la orilla de la calma, sin ira ni amargura, con pocos reproches, sin ningún rencor. En fin, aprendamos del espíritu indomable, inquieto e inconformista de Ismail, de su perseverante empeño por lograr un mundo mejor, más saludable, justo y solidario. Como presidente de la Ciudad y primer servidor de nuestro pueblo, quiero dejar constancia expresa de que el Doctor Ulecia pertenece a esa imprescindible categoría de caballas que, estando fuera, nos ennoblecen; esos ceutíes que ejercen como tales, que presumen por donde van, de la tierra que los vio nacer, de sus encantos y esencias; caballas para los que la distancia nunca es el olvido. Sin duda, la mejor proyección de Ceuta al otro lado del Estrecho. Juan Jesús Vivas Lara Adenda: Compañero, amigo, lector y admirador de Miguel Ángel Ulecia Martínez, también caballa y del 53. En Ceuta, mayo de 2021.