Durante las obras de adecuación de la vieja iglesia en la que el rey de Navarra, Carlos III, piensa bautizar a su inminente nieto, aparecen ocultas bajo el baptisterio unas sacas cargadas de joyas y, junto al inmenso tesoro, una extraña arqueta que envía a mejor vida a quien osa tocarla. Cuando el rey consigue soslayar el veneno que la impregna, encuentra en su interior unos manuscritos ininteligibles y, junto ellos, lo que parece ser una traducción al latín de unos documentos que podrían hacer que se tambalearan los cimientos de la Iglesia. El rey enviará a Estella a su escudero de honor para que entregue parte de los pliegos a su físico personal, Juce Orabuena, gran rabino del reino, en la esperanza de que él pueda traducir los legajos y confirmar si aquellos viejos papiros son en realidad los documentos originales, lo que justificaría que aquel poderoso legado hubiese quedado oculto bajo aquellas piedras centenarias. Cuando el escudero real consigue regresar con la información, tras un accidentado periplo por Estella y Tudela, el rey decide aprovechar el poder que otorga ese conocimiento, pese a que es consciente de que por lo que atesoran esos legajos cayó el Temple, por lo que muy bien podría sucumbir su reino. Viaja a París con su séquito, convencido de que si juega bien sus cartas podrá sacar buen provecho de aquel tesoro. Lo que no imagina es que a partir de ese momento comenzarán a acaecer una serie de hechos luctuosos que acabarán por convencerlo de que se ha topado con un legado maldito.