El imperio del sol de mediodía

  • Autor: Horacio Martín Rodio
  • Género: Literatura y Novela
  • ISBN: 9798329113105
  • Nº Páginas: 267
  • Encuadernación: Tapa dura
  • Año: 2024

Toda verdad histórica es una construcción de los vencedores y tiene una justificación que siempre encubre y trastoca el sentido de alguna lucha, en especial las razones del vencido, a su vez, vaciado de sentido. Hasta el punto de despojar de humanidad al adversario y educirlo a la animalidad primitiva, mientras viste de gala, heroísmo e ideales de patria las oscuridades y crímenes del bando que ha vencido. Como muy bien se defienden los españoles, las onsecuencias de la conquista de América no es culpa de ellos sino de nuestros antepasados, que se quedaron acá, nosotros sabemos bien que no es del todo así. Esta novela narra la historia ocurrida con los pueblos originarios a manos de los que nos quedamos, cuando ya los españoles no estaban, los llamados criollos o estizos. No viene a narrar el padecimiento de civilizaciones “avanzadas” como los aztecas, los mayas o los incas, sino del despojo de la tierra sufrido por los pueblos primitivos de la llanura pampeana y la actual Patagonia argentina y chilena. Tribus que practicaban la agricultura y la cría de ganado en escala familiar, eran cazadores y recolectores, buenos orfebres y tejedores, tenían su cosmogonía, sus mitos fundantes y sus dioses. Pero se convirtieron en guerreros temibles atravesados por el complejo ecuestre, merced a los caballos y las yeguas traídos y abandonados por las distintas corrientes fundadoras. Los caballos, un arma formidable en su lucha con los cristianos, considerados por ellos invasores de la tierra. Tribus que, en ese entonces, estaban en un estado que quedaba a mitad de camino de todo, habían adquirido la crueldad del blanco sin entender del todo las reglas para ejercerla, es decir, vivían un despertar a los excesos y la iniciación de la violencia sin límites ni fin constructivo que intente justificarla. Y que fuera sostenible en el tiempo, un fin que, por el contrario, los cristianos tenían muy claro. Nadie era consciente del escarmiento y despojo definitivo, como los chicos varones cuando, liberados de la custodia de sus padres, se dan a los excesos, temeridades y atropellos a la hora de la siesta.

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