Sobre un paisaje de fondo de mercadillos antiguos, pequeños bazares y grandes tiendas, el director de un gran almacén nutre con sus vivencias la trama de esta novela; un argumento actual que revela la pugna entre las crecientes exigencias de las grandes organizaciones y las necesidades, inquietudes y temores de cuantos forman parte de ellas. Fiel al viejo axioma de que es siempre el vendedor quien ha de hacer la oferta, el joven hijo de un pequeño y audaz comerciante ofrece sus servicios a una gran organización en crecimiento. Los grandes almacenes son empresas de hombres y ellos son quienes los hacen evolucionar, reflexiona en la novela uno de sus personajes. De ahí nace la historia de Ramiro Marlot, pero también un ambicioso intento de profundizar en el análisis histórico, psicológico y social de la evolución del comercio. Una trama trepidante que trata de fotografiar la vida que palpita en los despachos, en las plantas de venta y a uno y otro lado del mostrador. La narración va rasgando, una a una, con habilidad, las telas que recubren la trastienda de esos gigantescos edificios, una galería de vidas rutinarias y tradicionales, pero también imprevisibles y, en ocasiones, llenas de dificultades. El director de Malls es una novela atípica porque está escrita desde dentro; incluso llegamos a dudar de si lo que nos cuenta es realidad o ficción. Hasta tal punto nos sitúa en el tuétano mismo de esas cadenas comerciales, que al lector no le será fácil discernir si su protagonista principal es el director Marlot o la propia empresa Malls. El lector del libro, en suma, penetra en un universo sobre el que cada día se posan millones de miradas, pero es poco conocido. Un mundo perfecto, dirá Ramiro Marlot, salvo por una cosa: que hace tiempo que empezó a cambiar y que lo que se mantiene en pie no parece tener demasiado futuro. Una novela ágil e insólita que merece ser leída sin prisa y con atención.