¿Qué pasaría si la humanidad se mudase de planeta y hubiera que llevarse una selección mínima de todo el arte y la literatura universales? El Partenón, la Gioconda, la Mezquita de Córdoba, el David de Miguel Ángel, la Divina Comedia o películas como 2001: una Odisea del espacio se someten a una serie de juicios en que un quisquilloso fiscal y un infatigable abogado deliberan sobre la salvación o la condena de cada obra. Eso sí, los argumentos esgrimidos distan mucho del rigor estético y campan a sus anchas por el terreno del ataque disparatado o la defensa insospechada. El arte a juicio es un libro que, sin desdeñar la didáctica sobre diversos hitos artísticos de la humanidad, los aborda siempre desde un enfoque insólito, absurdo, desternillante y en la continua búsqueda de un veredicto fundado en la más sana de las carcajadas.