En agosto de 1836, ante el avance del general carlista Miguel Gómez hacia el sur, seguido de cerca por el general Isidro de Alaix; salió de Guadalajara el brigadier venezolano Narciso López con 1.300 hombres. Tras la marcha de aproximación, López se encontró con parte de las fuerzas de Gómez en Bujalaro, al norte de Guadalajara, y decidió perseguirlas hasta el pueblo de Matillas. Pero lo que él creyó una persecución que prometía una victoria exitosa, resultó ser una encerrona bien tendida por Gómez que lo derrotó totalmente, haciéndolo prisionero junto a casi la totalidad de sus mandos y tropas. Ante la proximidad de la fuerzas de Isidro Alaix, muy superiores en número, Gómez decidió agilizar la marcha adelgazando su columna; lo que consiguió dejando atrás la impedimenta, equipos y piezas de artillería capturados en Matillas, y abandonando también en aquellos pueblos a sus propios heridos. Dos cartas para un carlista narra la historia de fictícia de uno de aquellos heridos, el teniente de caballería Wenceslao Artuza, y de todo lo que le aconteció tras ser abandonado y ver alejarse a sus compañeros.