Los cuentos de Salvador Manzano devienen ejemplo de la implacable tenacidad que busca la consolidación de un oficio. Ingeniero de profesión, Manzano se ha propuesto recorrer territorios transitados por muchos antes que él, con la conciencia de quien mira el paisaje a través de ojos deslumbrados por la luz y los colores de la infancia, las historias de los pueblos pequeños, las tragedias y las jugarretas que a veces asesta la vida a hombres y mujeres. Imbuido de ese espíritu atroz y luminoso -herencia directa de concienzudas lecturas a la obra de ese gran escritor jalisciense también, Juan Rulfo-, los cuentos de Manzano nos transportan a parajes solitarios donde tienen lugar las más extrañas tragedias. Sus cuentos de fantasmas se enlazan con relatos donde personajes amansados por el viento caliente que barre las calles del pueblo, como un “bochorno de Dios”, se parapetan uno detrás del otro en el entendido de que ahí nacieron y ahí se quedarán para siempre, aunque tengan que volver después de muertos.